sábado, 19 de noviembre de 2011

Fragilidad


Ella sentía que todo lo que deseaba en cualquier momento podía desaparecer. Esto le atormentaba, era como si a su alrededor sus deseos flotaran y cuando se acercaba a cogerlos, éstos como si en un videojuego se tratase, se iban desplazando, lenta pero sostenidamente. Ella no se sentía frágil, sabía quién era y la vida le había enseñado ya que casi todo era renunciable, pero ya estaba cansada de renunciar. Ahora quería pasar al siguiente estadio, quería ser capaz de ir hacia lo que quería y que esto permaneciera. Sin miedos ni dudas. Sin ansiedades ni desvelos. Es curioso como las cosas que no nos asustan están siempre fijas, y es nuestro propio miedo el que las convierte en flotantes.
Hubo un momento en su vida en el que todo flotaba, incluso ella misma, todo le daba vértigo y se pasaba el día vomitando. Mucho había llovido desde entonces y ya había aprendido a ir creando soportes, pero le quedaba la última parte, la más sensible, la más delicada y profunda. Adentrarse en su propia oscuridad y permanecer allí sin miedo. Hasta ahora siempre acababa por salir huyendo, el miedo la podía, confiar le asustaba e irónicamente renunciar se hacía más fácil que soportar otra pérdida. A veces los miedos son como los deseos, si son de verdad se acaban haciendo realidad. A veces los miedos y los deseos luchan por imponerse, se puede estar aterrorizado de lo que uno desea profundamente o desear tanto que el miedo te pueda. Lo más importante de los miedos es saber que están ahí, eso les va debilitando, les hace ir perdiendo poco a poco la fuerza.  Es posible que en la vida lo más frágil sean  los miedos y los deseos. Es posible que en la vida los deseos y los miedos sean la misma cosa. Lo que nos hace frágiles y vulnerables. Fragilidad, bonita palabra.