Cae la tarde y veo la puesta de sol desde mi ventana. Mi
gata también la mira, los anaranjados del horizonte y el vuelo de las
golondrinas la tienen absorta contemplando el espectáculo. Progresivamente el
canto de los pájaros se va atenuando, al
igual que la luz y su postura. Ella no necesita nada más, mi gata no necesita
escapar de nada, vive en su cuerpino peludo y suave cada instante de su vida.
Pasa por estados de actividad e inactividad en un profundo equilibrio corporal y
emocional. En ocasiones se pone tierna, me busca para que la acaricie y pueda ronronear.
Amasa mi barriga un rato, me maúlla, me mira, me huele y al poco se va. Vive el
presente y hace lo que le surge en cada momento. No planea, no piensa, no elucubra,
es y está presente. Fluye. No necesita escapar. No come para escapar. No lee para
escapar. No ve Netflix ni entretiene su mente. No se monta películas de amor ni
de terror. A veces corretea por el pasillo y juega conmigo a esconderse.
Naturalmente vuelve al descanso y disfruta de las vistas en el balcón. No necesita estar con nadie para escapar del vacío. No necesita del enamoramiento ni del
deseo para evadirse. Le gusta la compañía sin invasión. Mi gata te busca y se
retira a tiempo. No se engancha ni se apega. Sabe estar y estarse. Me mira y me
intuye, siempre a cierta distancia. No necesita que la entretengan. No
tiene miedo de aburrirse, de sentirse ni cuestionarse. No se oculta a sí misma.
No escapa. Yo escapo. Yo huyo. Yo me entretengo. Quiero ser como Lilith.
miércoles, 23 de junio de 2021
Lilith
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