martes, 31 de agosto de 2010

Londres



Caminar por London es un placer, y si no llueve una maravilla. La ciudad es caprichosa y no se te ofrece así por así. Me parece bien. A veces hay que reservarse y sacar tu mejor cara en momentos puntuales y un día de sol en Londres es de esos placeres que sólo los aficionados y lugareños saben realmente disfrutar. A mi esta vez Londres me ha regalado 3 cuartos de día, no está mal, dada mi poca entrega y dedicación en estos últimos años.
En realidad, las grandes ciudades me desbordan un poco- lo reconozco. Admiro a esos que las habitan, las aman y las controlan, yo tengo la sensación de que no voy a poder interiorizarlas nunca, es como si fuera muy pequeñita y no me cupiera dentro. Me llevaría mucho tiempo aprender a recorrer todos sus rincones, reconocer todas esas sensaciones, impresiones y colores y aplicarlos a una misma ciudad. Se me escapan. Siempre tengo la sensación de quedarme corta, de haberme quedado en la superficie, de no haber llegado a la esencia. A lo mejor es que las grandes ciudades no tienen una sola esencia. Quizás sus ciudadanos las dividen y las van absorbiendo poco a poco con los años, eligen su fragancia favorita y la saborean hasta que les deja sedientos para luego saltar otro sabor. A lo mejor eso es lo que hacen.
En fin, el caso es que yo prefiero ciudades un poco más pequeñas, me siento más segura, más arropada, más tenida en cuenta. Sí, eso es, más tenida en cuenta. Callejear sola por Londres me gusta, llevarme a la deriva, seguir mi intuición y sorprenderme con las vistas. Pero también me apena. A medida de que van pasando las horas una especie de melancolía me va encogiendo el corazón. Al principio es casi imperceptible, de hecho ni siquiera me doy cuenta, camino y camino, miro, observo, siento y admiro. Pero la ciudad no responde. Me he convertido en una más en esa masa de multitudes que recorren sus calles. Ya no soy nadie y ese nadie somos todos. Todos juntos formando un bloque en el que las piezas no tienen importancia, nos hemos convertido en una maquinaria que camina en la dirección correcta, en el lado correcto y que espera el tren en el andén apropiado. La ciudad tiene el poder y ella impone sus normas. Te da mucho pero a cambio de casi todo. Tu alma en peligro de extinción.
Ahora entiendo por qué la gente lee tanto en el metro. O escuchan música. O aprovechan para estar sin hacer nada. Necesitan conectarse, recargarse, autoalimentarse. Y efectivamente nada como el arte y la cultura de bálsamo para el corazón. Quizás mirarnos también funcione, reconocernos presentes y devolvernos la imagen los unos a los otros, recordarnos que estamos aquí y ocupamos un espacio. Que somos y estamos…
Gracias.

4 comentarios:

  1. Bueno, pues ya que te has animado, solo te digo que tengas paciencia con el blog, que lo alimentes y lo mantengas.. Yo llevo mas de dos años con el mío, pensando continuamente en cerrarlo, pero en fin, ahí está.. Bien llevado es una gozada, se convierte en un espacio propio más, en otra herramienta de comunicación. Y merece la pena.

    London, le tenía manía hasta que por fin fuí a visitarla este invierno, y me ganó.. Pero tienes razón, las grandes ciudades habitualmente son mayores que nosotros, y nos pueden..
    Ale, que ya te he soltao una parrafada, y eso que es tu primer comentario..

    Besos!

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  2. ¿Conoces Oxford? Seguramente...Es un buen escape de la superurbe Londinense. Está muy cerquita.

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  3. Sobre las ciudades, no estoy del todo de acuerdo. Aunque es cierto que te sientes anónimo, también es precisamente eso lo que me gusta de una gran ciudad, que no puedas con ella, que te ofrezca muchos caminos. A mi me pasa lo contrario, que me ahogo en lo pequeño. Anyway, las sensaciones siempre van a depender de tu estado de ánimo.

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  4. Jo, Mery, qué buena primera entrada!!! Espero ansiosa las sucesivas!! :-))

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