lunes, 15 de octubre de 2018

El secreto






Soy Mario, tengo 8 años, casi 9 porque los cumplo dentro de dos meses, el 21 de abril. A veces me da miedo ir al cole. Bueno, en realidad ya no me da miedo, ahora me gusta ir, quiero decir que antes me daba miedo. No sé a quién contarle mi historia, es un poco rara, así que he pensado que la voy a escribir aquí en este cuaderno que me regaló mi tía Susana el día de mi comunión, la voy a guardar y este verano, cuando vayamos a Mazagón con los primos, sin que me vean, la voy a meter en una botella y la voy a lanzar al mar. Así nadie sabrá quién la ha escrito y quien la lea seguro que no conoce mi letra. 

A mí me encantaría encontrarme una botella en la playa con un mensaje dentro, la leería y la guardaría para siempre en la caja de los tesoros, sería el mejor, junto con la pipa del abuelo, claro. Nadie sabe que la tengo yo, la cogí cuando se le cayó del bolsillo camino de la ambulancia, yo la recogí, le apreté la mano para dársela pero el abuelo me agarró tan fuerte que ya no se la quise soltar más. Luego se la llevé un día al hospital pero no se la quería dar delante de mi madre, ella se pone muy pesada con eso de que no fume. Al final no se la pude devolver nunca más y me la he quedado yo, es genial porque cuando abro la caja huele como cuando el abuelo se metía en el  baño a fumar y me río un rato.

 A mí me gusta tener secretos, sobre todo de esos que no se puede enterar mi madre, a ella las aventuras no le gustan, siempre teme que me pase algo a mí, a mi hermanas, a mi padre y antes al abuelo. Es como la guardiana de la familia pero en plan aburrido, con ella todo es siempre igual y casi no se ríe nunca, bueno sí, cuando vamos al teatro infantil los domingos por la mañana. Por eso nunca le he contado lo del cole, no quiero que se preocupe ni se lo cuente a mi padre porque yo con mi padre no hablo mucho, con quien mejor me llevo es con mi tío Antonio, cuando vamos de paseo siempre me lleva a hombros y también hacemos el molinillo, nos agarramos fuerte de los brazos, juntamos las piernas y damos vueltas y vueltas hasta que casi nos caemos, me parto de risa. Mi tío Antonio tiene pecas como yo, pero a él le quedan mejor porque es más alto, y además dice que soy su sobrino favorito, me lo dice siempre despacito y al oído. A mi tío también le encantan los secretos, eso creo que lo he sacado de él. A mí me gustaría contarle el mío, pero me da miedo que se impresione y no quiera hacer más el molinillo. Total que escribo mi historia aquí y para que alguien la encuentre en un puerto lejano, un marinero que viva en un barco y viaje por todo el mundo por ejemplo. Eso estaría guay.

En mi cole hay dos niños, Jose y David que también van a mi clase, antes se sentaban detrás, porque se apellidan Velasco y Zúñiga, pero la tutora los cambió delante, porque siempre estaban montando el lío en clase, sobre todo con la de inglés, que es un poco sosa,  uno lo puso en  mi fila y a Zúñiga que tiene gafas y no ve bien en la primera fila. Así acabé al lado de Jose y detrás de David. Al principio bien, pero cuando se ponen a hablar estoy yo siempre en medio y un día Maribel, la tutora, les dijo que se callaran porque me podían molestar. A mí cae muy bien Maribel, es muy simpática y casi siempre está de buen humor y no quiero que me regañe ni nada de eso, además me gusta cómo me sonríe cuando ve que estoy atento a todo lo que dice. Yo soy buen estudiante y saco buenas notas, no me cuesta mucho y mis padres se ponen muy contentos, ese día nos vamos en familia a tomar helados a la plaza, antes venía también el abuelo, su helado favorito es el de ron con pasas pero yo no lo puedo pedir por lo del ron.

Eso que dijo la profe de que me podían molestar no les sentó muy bien a Jose y a David, dicen que soy el mimado de Maribel y a la salida del cole me esperaron en la puerta  y me siguieron un rato a casa. Me iban llamando pecoso, niñato y empollón de mierda. A mí me entró un poco de miedo y salí a correr, no paré hasta que llegué a casa. Al día siguiente, en clase, me dijeron que si se las cargaban otra vez por mi culpa, me iba a enterar y entre dientes seguían con lo de pecoso y empollón. Cuando sonaba el timbre, salía corriendo el primero y no paraba hasta llegar a casa. Después empezaron con lo de gallinita clueca y tenían razón porque estaba asustado todo el día hasta que llegaba a casa.

Un día Maribel me llamó al final de clase y me preguntó si me pasaba algo, que estaba muy serio en clase y que ya no levantaba la mano. Yo disimulé y le dije que es que estaba más cansado y un poco triste por lo de mi abuelo, Maribel me dio un abrazo tan largo que casi me echo a llorar, ya no sé si por lo de Zúñiga y Velasco o porque me acordé del olor de la pipa.

El caso es que ese día fue el peor, como salí más tarde ya me estaban esperando, que si pelota, empollón, yo me puse a dar codazos para poder pasar, le di a Zúñiga y se le cayeron las gafas. Eché a correr pero esta vez oía sus pasos muy cerca , apreté el ritmo todo lo que pude, el corazón me iba a mil por hora y sentía miedo de verdad. Entonces me acordé de aquella historia que me había contado Maribel en clase, a ella le gusta contarnos cuentos para terminar el cole, hubo una que me gustó mucho, casi se me cae una lagrimita y todo,  la del niño agobiado al que le salieron alas porque quería volar libre; también me acordé de mi abuelo, de su pipa, de la ambulancia, de su mano agarrando la mía, de las pecas de mi tío Antonio y con todo eso salté. Salté  con todas mis fuerzas y conseguí elevarme, moví los brazos que se me ensancharon, el pecho me creció y los dedos se me alargaron y así moviéndome, como en la piscina me mantuve en el aire. Me daba la brisa en la cara y me sentía ligero y feliz, miré hacia abajo y vi a Zúñiga como me buscaba, seguía corriendo pero no me localizaba. Así estuve un rato, qué pequeño se ve todo desde arriba, cuántos colores, brillos y qué feas son  las terrazas de los edificios. Cuando todo se quedó despejado fui planeando despacito  hasta el suelo y con precaución de que no me viera nadie aterricé en el parque al lado de mi casa. Ese día regresé a casa por primera vez sonriendo y le di un beso enorme  a mi madre.

Desde entonces muchas noches sueño que vuelo, me siento ligero y disfruto viendo montañas, ríos y valles verdes. Ya no le tengo miedo a David y Jose porque sé que tengo superpoderes. No los he vuelto a utilizar porque no me ha hecho falta, al día siguiente les miré y les dije que al próximo insulto les rompo las gafas de verdad y le cuento a la sosa de inglés y a Maribel toda la verdad.

Ahora va lo importante de esta carta, necesito encontrar más personas con superpoderes como yo,  así podemos montar un club. Si has encontrado esta carta en la botella y  tienes algún superpoder o sabes de alguien que lo tenga, por favor llama a este número 679005361 y pregunta por Mario. Es el número de mi madre, a mi no me dejan tener móvil, ella seguro que te hace un interrogatorio, pero lo importante es que no le digas nada ni de la carta, ni de la botella ni de los superpoderes, solo dile que eres un amigo del cole, este será también nuestro secreto.

2 comentarios:

  1. El M&M de este mágico relato está en la forma en que produce una incesante lectura que, junto al fondo donde Mario se contrapone a su madre creando un dulce imaginable baño de color y sabor solo traspasado por un mordisco de amor, lo hace realmente digerible. Aún más por el complejo tema elegido. Gracias por compartir.

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